miércoles, 25 de agosto de 2021

Salambó

Reaparece en estos días la apolvada cuestión de la finitud. 

No viene, de vuelta, claro, sin aburrimiento: entendido como el grado más entusiasta de enterrarse en el presente. 

He tratado entonces, pobremente. 

Encontrará traficado el lector aquello que nada tiene que ver con la finitud ni con el problema de los posibles. 

Y tendrá el lector razón, dependiendo, cabe decir hoy, de quién sea;


I

Propongo una flor, la que no nace: la flor-escombro, la flor-picazón, la flor baldía.

Imaginemos la flor como un posible cualquiera: el terreno de la flor, el peso aproximado del pétalo, la ráfaga que la desgaja.

La flor que no, pampanea: ni tampoco el nido de bichos que querrían masticarla, ni el invierno que la esquiva, ni la mano que la cuenta, entusiasmada.

Esa flor inflama sin despedida, justamente: ¿Cómo olvidar la flor invertida? Su impresión yace aún más, justamente.

Midamos y velemos sus pistilos: la flor cálculo, sin cautela, se permite obscena y culposa ser ella. Y luego: perder la flor, permitirla, aplastarla o merodearla.

Imaginemos luego que hubiera un futurólogo, un fantoche: su esperanza tartamudea la flor, pero qué hacer de la flor sin estribo, de la flor sin fantasma, de la flor que sin flor. Díganme, ¿es más flor o menos?

Olvidemos la flor si quiera: la no flor envejece y se entierra, la no flor no se pudre y qué alivio, qué prodigioso mecanismo: digamos flor como podríamos decir espasmo, balde, alcancía.

La no flor se itera y se pavonea: mascota amable la no flor.

Agitémonos cansados por ella, por la no flor, por su bobés pretenciosa.

domingo, 23 de agosto de 2020

Noticias de Amiata

Bajo el asfalto, la carne

Sobre las carnicerías que quedan ("Faut qu'ça saigne!"), calma yuxtaposición entre Halal, Kosher y caballo (hasta hay una que vende 10 kilos de carne picada a 30 euros), fabulando los cimientos enrojecidos bajo los bares de jazz y el Ibis monstruoso del canal, los restos de chasis de bueyes normandos y Charolais (antes de que el Agnus se pusiera de moda, recientemente, me he enterado de que los bueyes tienen "chasis" y que el de los agnus es importante). Allí se levanta nuestro quinto piso sin escalera del XIX.

El confinamiento

Durante el confinamiento habíamos calculado 1,3 km para salir a pasear, nos pararon en total 3 veces. 

La primera un policía vio el documento y saco un elogio a un tal documental que había visto sobre la Patagonia. Mucho después, hace un par de días unos policías en bicicleta y de bermudas se detuvieron para admirar mi mate que he descubierto "tradicional". Después, el agente preguntô si sabíamos donde estaba nuestra calle, que por suerte sabíamos. Citamos al Ibis y al bar que antes funcionaba de distribuidor de llaves de Airbnb y que tiene una foto del Che. También hay un Kebab, en Flandres, un kebab turco que dicen son los mejores, que apoya a Erdogan y también al Che, tiene una pintura que exhibe con orgullo y discurso. Unas tablas de Kebab y papas embalsamadas, muy realista, yace frente a la puerta pegados en una mesa, rara estrategia publicitaria o quizás remedio sincero contra decepciones. 

La segunda vez que nos pararon, por fines de Mayo, una chica se acercô a decirnos, sentados en el canal, que se venia, y que estaban multando a los sentados, que salir era transitar. Con miedo a los 130 euros nos fuimos a un pasaje de nivel, un puente alto que tiembla con los corredores de las 8, deportistas de pandemia. Miramos multar a los sentados despacio, con pavor, como quien espera en la fila para hacer un tramite. Y como dijo Douglas Adamas: "Era frío; no frío como el hielo, sino como una pared. Era impersonal; no como un puñetazo lanzado al azar en medio de una multitud, sino como multas de estacionamiento impuestas por computadora. Y era mortal; no como una bala o un puñal, sino como una pared de ladrillo en medio de una autopista."

La tercera vez,  al borde de los 1.3 kilómetros, eramos tres. Una vecina amiga de a pocos números se había aventurado. Eramos del 7 y el 1 de la misma calle, íbamos caminando a una distancia artificial y quizás por eso, la escritura confusa de cada mano diferente, quizás por el cansancio de la propia funcionaria o por lo cálida de aquella tarde de Junio después de dos meses encerrados, no pasô nada. 

Unos cisnes pusieron y fueron la fiesta del paseo, primero el nido estaba libre y luego una valla con un cartel en varios idiomas entristeció a los que allí nos reuníamos a discutir lo poco que sabíamos de cisnes y a elucubrar, según la vista de cada uno a través de la valla, el numero de huevos escondidos. 

Aprendimos, decia el cartel, que los cisnes no comen pan, los cisnes no digieren trigo, tirarles migas puede matarlos. Ayer, en la esquina de casa, un vecino contaba que había tirado 2 baguettes al canal para alimentar a los peces, que era mejor que tirarlas en su calle, dárselo a las palomas, la peste local. 

Cuando llegamos, nos dijeron que no nos alarmáramos por el chino que rezonga, cada mannana a escobasos contra el balcon. Algunos días de Mayo, durante los aplausos a los enfermeros, un vecino ponía la Marseille.

Nacieron 5 cisnes y murieron 2, ahora se pasean entre los botes y las canoas de "Paris playa": el plan que Mme Hidalgo inauguro para los que quedan, a pesar de ellos. Originalmente importaban arena de Argelia, "Paris playa" se extendía también por Saint Michel. Hubo un plan de hacer una sucursal en el lago Daumesnil, pero los vecinos de Vincennes y les Républicaines, acusando impacto ecológico, no vieron muy bien que alli se armara rejunte de no vacacionantes. Lo ridículo de la importación de arena duro solo un par de anios, ahora mas que una playa el canal se parece a un parque acuatico. Algunas sillas al sol y helados,  puestos para hacer tests del virus, toboganes, mujeres con hijos esperando las vacaciones y un parlante que con voz dubitativa anuncia cada tanto la multa por no portar mascara. Voluntarios de la Mairie pasan con toneles colgantes de alcohol en gel y reparten, llenan frasquitos vacíos, a veces varios frasquitos por persona.

Los dos canales

En la Villette como cada anno durante los calores, florecen las baniadas salvajes, junto a los carteles que  prohíben bannarse. 

Un castor se pasea por las noches, desde hace annos la pregunta ha devenido, acostumbrados todos ya al castor y a la discucion con los recién llegados, de si no es en realidad una rata muy grande, si es este el mismo castor u otro, y si asi fuera, de donde vendrian tantos castores que son siempre uno. 

En Flandres hay mas  gente, en Flandres hay un edificio como el Abraxas, un palacio prohibido. El canal esta a tres cuadras pero la gente del barrio, salvo los que vivimos en esas 3 cuadras del medio, ya ha decido por uno u el otro. 

Flandres tiene sus supermercados amplios y sus bancos al medio de la avenida, el paseo entre los autos, las paradas de buses concurridos, el correo y la reunión de los sin casa, las panaderias arabes abiertas hasta la madrugada, la épicerie donde venden yerba mate y el kebab museo de cera.

En el canal hay bares de estudiantes que trabajan en los bares, y que después toman una a cuenta del bar, estudiantes que trabajan y salen a su trabajo, los estudiantes de arquitectura y disenno de la escuela de la VIllette.  Como si trabajaran de hablar cuando no trabajan. Los bomberos en una esquina escuchan electrónica para motivarse; la feria de los Miércoles y los domingos mezcla Flandres y el canal, alguna reyerta surge a mediodia en la desembocadura de la calle de los comercios chinos. 

Perdido en la traducción, en el color y el precio, hace un tiempo compré en una carnicería china un corte de ternero pensando que era cerdo. Los chinos cerraron durante meses acusados de esparcir el coronavirus, hubo ataques y amenazas. Esto acarreo que durante Mayo y Junio no hubiera tabacos, excepto por uno mas lejos, del otro lado del anillo periférico, la cola era de una hora y los fumadores tosíamos a distancia, como conspirando fraternalmente.  

Durante Julio, cuando se soltó, el canal tenia tres lineas de picnics:  llegaban hasta las puertas de las casas, la gente bailaba en los balcones y el ambiente, tempranamente, parecía ser el de un barrio. Luego volvió el tiempo de los bares y los estudiantes/trabajadores y los bailes se guardaron de nuevo, en lugares cerrados, y volvieron las denuncias por ruidos.

Las plataformas

En los terciarios donde trabajo cada uno ha decidido hacer algo diferente: soluciones que no impliquen ni reducir los grupos ni aumentar el numero de salas. 

En uno, el mas laudado, cortaron desde Mayo por lo sano. 

Todas las clases serán por internet durante el primer trimestre (de Octubre a Diciembre). Hicieron una formación en donde un voluntarioso profesor de inglés nos hacia hacer de alumnos. Por ejemplo, nos hacia leer y jugar a ver quién escribía mas rápido en el chat: qué figura es esa en donde hay una comparación con un término elidido? Y el que escribía mas rápido ganaba. El instructor no lo decía así, en realidad había tomado un sintagma, bastante tonto, que no era una metáfora, pero se entendía que había que decir eso. 

Entre los que no respondimos, casi todas las cámaras de los profesores apagadas y los otros, que por pena o pena se prestaban al asunto, la sesión resulto bastante catastrófica. 

En otra escuela dividieron al grupo en dos, las horas de clase se multiplicaron pero sin que las paguen. A este ingenioso sistema le llaman clases "híbridas": el profesor da la clase a medio grupo y prepara en simultaneo otra clase (con vídeos, actividades, etc) para la otra mitad. 

En la tercera escuela el sistema no es híbrido, pero aprovechando la experiencia y el envión, han comprado a Polonia (lo sé porque las templates del sofware esta escrito en polaco) una nueva version Moodle. Debemos alimentarla, otra vez, con los tan amados vidéos y con cuestionarios automáticos. En esta escuela  hicieron también muchas formaciones no pagas, durante las vacaciones, para "no dejar a los profesores solos". Según mis colegas, allí, algunos expertos en pedagogía les explicaron que la clase se da a los estudiantes, que cada tanto hay que preguntarles cosas para ver si están atentos, que hay que escuchar y que no solo hay que hablar. 

El vino triste

Nadie imagina, creo, un vino triste rosado, ya un tropos, el vino triste, tinto, se corta con cuchillo y es previo a la separación de la cascara y el mosto, a Saint Tropé y a las delicadezas de eso que ahora llaman verano. El razonamiento es burdo, pero es operativo. 

Sin tristeza este verano pasa así, con otras tristecitas, como un crimen menor. 

Donde crece el peligro, crece el peligro. 

martes, 5 de noviembre de 2019

El olor

La noche se termina temprano
Hace poco nos dijo la propietaria, ya una categoria de las tipologías del ser en dependencia (es decir, del no ser radical siendo y a durad penas), que debemos abandonar el bello apartamento en donde desde parado en el baño, uno tiene una vista despejada de la capilla del hospital a la que ya he hecho referencia aqúi con las manos ya secas. Los vecinos nunca han ayudado, con sus denuncias por vivir y unos rusos, que hace poco se mudaron y religiosamente a las 8 se despiertan y enseñan a sus nietos a hablar francés. Decimos que son rusos porque no entendemos y tiene ruido a lengua eslava, que tampoco sabemos qué es exactamente. Yo he pensado que podrían ser polacos, pero siempre cierran la puerta de entrada y nuestros cruces son un contraste entre una probable mutua curiosidad y un miedo, también mutuo, de los otros vecinos. Los niños gritan como niños, no como los niños franceses que no gritan y desde chicos aprenden a decir que "j'ai le droit de" y que después terminan aplastados por el mismo droit, asediados por un smic o un parcoursoup, bajo la lumbre del olor a auto quemado y  el ruido aguado de un tiro en el ojo.
Entonces parece así que nos vamos cerca de la Villette, donde esta quizás la verdadera bohemia, pregunta que me hacen: "Y dónde esta la bohemia?". Donde los alquileres no han subido tanto, que no es en Paris en términos absolutos. Mientras tanto pululan las camperas y las medias gruesas, los clarores de un invierno que devuelve la originalidad al hemisferio.

El horror
La humildad es una forma de la soberbia que hace imposible la humildad (tan cara a esa forma específica de la arrogancia que es la mediocridad dicha uruguaya), como la verguenza, que es siempre verguenza de sí, verguenza de ella. La verguenza es como la piel, dice Anders, es una categoria , una estructura, es el lugar en donde huir es acercarse, en donde el bikini representa la forma mas extrema del pudor.
Mis poemas, no tanto por un narcisimo invertido, son malos porque es así, con su derecho, porque ejercer la sensibilidad en su pliegue, es para mí un simulacro más que una facultad.
Eso, que podría ser un desdoblamiento, una parodia de lo sensible, un género a fin de cuentas; es después de una primera impresion cándida, el verdugo perezoso que me acompaña a la vera de la cama, durante una siesta larga. Y aca estan, porque dejé de escribirlos y porque también, ya me cuesta tanto, que para otro pataleo ansioso, escribir, sobra el mundo. Y si sobra tampoco no falta siendo el peor pecado creer que había una espera o un sitio para ella. Aca van entonces los recortes de un puchero:

I

Cuando ni las moscas, ni aún flacas.
Un día de su hambre fácil
sobre mi cuerpo arrugado y mustio.
rechacen desparramar sus fauces.

Cuando esta obra,
tanto menos que una sobra de la botella y la olla,
sea la sombra de un hueso roído.

Alguien recordará, espero, brutalmente,
en la hora más dócil de la merienda
Que fui aquel que hacia el crepúsculo
Decidía, si chorizo o mortadela.

II
Este cuerpo acalorado y doloriento
Este ovillo nervioso, erizo de trapos
Precedió cada tarde como una tijera
Mi vejez temprana y mi cara de caballo

La tarde, el vientre de un gato rumiando reclama
Mi cuello y mi bazo, los picores chillan
El arpa de la cuña de la tarde me hara
Y ese canto soy yo, rogandome, ¡para!

Cabalga, la sombra de palabra y el resto
pide la cuenta y golpea la mesa, el esternón
se revuelve y zafa, ¡ladrón!

Las manos, en un ademán
Apuestan la noche, enteramente
Gruesa e hinchada.

III

La sombra del sol cuando es de noche
El concepto de abono animal
El sudor de una sola axila en la fila

La velocidad de los ruidos en la ventana mal cerrada
El pelo en la almohada
La parte de atrás de los cuadros célebres
La cola del chorizo, entre la tripa y el corte

La hojilla rosada del atado
El plástico mojado del tacho de basura,
después de unas vacaciones cortas
La primera flema de la gripe

IV

Adonde fueran los ocres madrigales
De la voz temprana que allende reverbera
La sombra ocasa de la juventud hartera
Que hecha requiem merodea mis cantares

V
Sobre amarillo el muro no repican las paredes
al sol ni a los pájaros que huyen, tras un pino inquieto
Ciego de voz y de hartazgo
Quisiera decir descalzo 

Es poca, la lámpara, mi vaso
transpira sobre una primavera tarde
La boca tiembla, como un bautismo en una ciénaga
Se caen los dientes, la lengua cunde y se asfixia

Las cosas, no empiezan ni terminan
Las partes de las cosas, el cuerpo
Atragántame en un tubo, palabra
En un ovillo oscuro
Húndeme mudo

miércoles, 24 de abril de 2019

3 borradores

Cursiladas.

Hablar sobre la imposibilidad de escribir es cursi. Es tan cursi como las enumeraciones, enamorarse, criticar la época propia (tanto igual como la noción de época en si) o abandonar los estudios: fundamentalmente, todas esas cosas que uno hace, cada vez, por primera vez, como si fuera la ultima. La conciencia de este fenomeno y de su infame repetición (la coexistencia de la emoción tan viva que acarrea cada una de estas experiencias, simultanea a la conciencia de la farsa), produce un malestar que es también, propiamente cursi. Asi, la imposibilidad de la repetición original, propia de los juegos de los ninios, impide y hace a escribir; juego triste e insaciable.

Mi ultimo poema data de Junio de 2018 y hablaba, de algo asi como las pasarelas y los ojos. Ahora me doy cuenta, tristemente, que Passarelle es uno de los concursos mas célebres de estos precursores de Parcoursup (que no es un concurso pero es un Ranking de estudiantes de secundaria que ha impuesto el gobierno francés para terminar con el libre acceso a la universidad) y de que por esa época fui al oftalmologo, que me dijo de no volver en 10 anios. Luego tuve una intensa discusión sobre el algodón con una farmacéutica desconocida. Esto paso en Fontenay sous bois, el cruce entre Montreuil, Vincennes y otro Fontenay, en donde cuidé un gato y una casa, pero creo que ya he hablado de esto.
Este poema era fundamentalmente cursi, no solo por la llevada candida de los versos, o por las imágenes de collage (lineas interminables de laganias, el tobogan de un esofago estrecho, la mirada sobre la pintura de un puente medieval), sino justamente por el forcejeo, por el afán, de encapsular algo imposible.
Para decir la verdad, el poema no contenia, a mi pesar, ninguna de estas cosas, pero ya no sé de qué iba. Es enfadoso, por decir menos, darse cuenta de la autofagia y la aceleración, como llegar a un cumpleanios tarde y ajeno y tratar de decifrar de qué son los restos.
         
El diente zombie

Envejecer es, la flamante forma que ha tomado la derrota. A algunos metros de casa, el Centro dental de Pelleport tiene dos secretarias, mis vecinas, que no me entienden cuando les hablo en francés. Ya me conocen porque una vez senialé que no me habían devuelto la tarjeta sanitaria, y al final si. Yo no vivo la revelación de este carácter paranoico como una derrota en si, creo que eso ha forjado una amistad sencilla, cada vez que les entrego la tarjeta y cada vez que me la devuelven, desde aquel momento.
Hace unos dia la odontologa, que es portuguesa pero lo oculta o no me entiende (intentar hablar portugués con aparatos metidos en la boca es una forma menor del vaudeville), me dijo que tenia un diente muerto. El problema de un diente muerto es que no duele, pero esta, pudriendo la cara en silencio, haciendo muecas, anunciando una pasión operatoria. No he sentido, o no habia sentido en general, ni la cara ni los dientes. Me he dado a pensar que ese diente es como el inconsciente, y caigo desde ese momento en la mala fe (o, de alguna manera, la mala fée). Paradojicamente, mi diente muerto me ha liberado, y otra vez pesar mio, como su ultimo sabotaje, según he aprendido ayer, no estaba muerto. Mi diente resucitado, o su espectro, me ha dejado entonces esta certeza, y se ha vuelto algo asi como un simbolo de la fatalidad minuciosa y obligada del examen y del espejo del banio.

Los piqueteros

En un comentario, de la pagina 4 de la pagina de telerama, alguien compara "Je veux du soleil", la pelicula de Ruffin sobre los Gilets Jaunes, con el cine militante de Agnes Varda. Siempre oportunista y a sabiendas, estoy viendo en estas semanas sus películas. Hace unos pocos dias vi Le glaneur et la glaneuse, y pensé en esto, no en el comentario que fue posterior en el orden de la mirada (mi parafilia con los comentarios en sitios de internet es intensa y vergonzosa), sino en la historia del cine militante. Detesto las frases del estilo "y yo pensé en..." que tanto abunda en los eruditos, pero incluso, en el propio artificio del cine, Varda esquiva airosamente (o hace creer, que es lo mismo) la tesis. Con el mejor espíritu rancieriano hace suceder y obliga a ver, en la misma vida de la secuencia, al arte flamenco, sus manos viejas, y al recuperador, sin jerarquía impuesta, en la mejor version del cine politico.
Y aunque se puede entender (o mas bien emprender la tarea ante la urgencia) la diferencia o indiferencia ya tradicional y también cursi, al menos, en su revelación adolescente, entre praxis y teoria, la satisfacción, en la plenitud ansiosa del espectador, no puede sobreponer la conciencia social, a la belleza y la admiración. Ruffin anuncia esta misma maxima, proclamando que el movimiento es también una lucha por la belleza perdida en las rotondas, perdida en los hipercentros comerciales, en la circulación como forma de vida. Y sin embargo aun, la belleza es algo por venir o debería serlo en cada cine que realiza la tarea imposible de realizarla, y entonces, aun, la película cae en esa división de lo sensible y en la trampa de la urgencia y de la crisis que tanto mal hace, y que digo es, a riesgos de sonar como un esteta (quizás hoy, uno de los peores pecados), mear fuera del tarro.   

lunes, 5 de noviembre de 2018

La tesis y los días

La defensa

Hubo una reunión.
Este año (ese año, cuando todavía escribía a tiempo) di clases en tres escuelas, una de lujo, a secas. Soñamos y conversamos, entre siestas y asensores, de autos tapizados y bolsos "fabirqué en france".
El señor gordo, con una polera opaca y pausas de mal cine, mostraba diapositivas a los nuevos, los del grupo que trabajan y estudian (más bien en una continuidad, trabajan-estudian, si faltan a la escuela no les pagan). Les decía que podían, algún día trabajando-estudiando, tener una casa con piscina, bajo un amanecer californiano pornográfico.

Había una que era eso: la piscina de fondo, el sol almibarado, letras del wordart evanescentes: "Puedes lograr tus sueños"; en francés, claro, y luego de la pausa: "No hay que tener verguenza de querer tener un auto caro". Los autos son una constante, los bolsos, ya lo dije, a veces las zapatillas. Recuerdo en un círculo de estudiantes, como en un nacimiento, a unos Nike de animal print salir de una caja dorada.

La tediosa cuestión de la piscina volvía, el señor gordo aclaró que aunque uno viniera del 9300, el departamento con más inmigrantes y de los más pobres de la región parisina, iba a llegar; clorada, rectangular, exterior.

Me confundieron con un alumno: me senté en las escaleras y el profesor de management, manager también del propio evento, me dijo que tenía que cuidar más el talante.
Un estudiante me cedió su grada, subí las escaleras y el ascensor, pasé la tarjeta y otra reunión, la de los profesores, esta vez.

Habían echado a todos menos a mí y al de Inglés, irlandés él, la escuela tiene una política de que si no hay 70% (los estudiantes hacen un cuestionario de "satisfacción subjetiva" al final del semestre) te echan.

Esto lo estoy escribiendo tarde, hace casi un año. Ya hablé, ya había temido este canibalismo.

El señor gordo también nos dijo que este no es el mundo de nuestros abuelos, qué hoy podés trabajar en gestión y mañana en logística, o en marketing digital, sudaba un poco mientras, con una sonrisa de vendedor de soluciones mortuorias en promoción, alardeaba  estar terminando una tesis en Paris Dauphine (el doppelganger de Paris 8) sobre "el exito autopercibido de los alumnos que trabajestudian". El hombre-management, accionario de la escuela, lo felicitó, y todos no hicimos nada. El de Inglés no entendía mucho porque no habla francés, en el pasillo, me dijo que si necesitaba plata, que el necesitaba plata y que si sabía de otras escuelas.

El lujo

Es en Paris, alquilan el local, hay una licenciatura en lujo. Así los estudiantes, que ellos sí están en París, pueden ostentar frente a los otros.
Me lo dijo mi jefa al tercer día, aún sigo allí.
Cada dos años despiden a los profesores de lenguas para que no les hagan un juicio por nunca tener contrato.
Yo una vez, y antes de saber, les conté que el barrio antes, era muy pobre, y que los intelectuales se juntaban allí justo por eso, porque eran pobres.
Una chica del 9300 me contó que no, qué cómo. Ella hace teatro, actuó una entrevista de trabajo que era una tarea, las salas son frías, hablamos de la independencia de Barcelona, no hay cantina ni sala de profesores. Algunos padres les pagan la gracia, muchos alumnos quieren ser músicos o artistas, así que aprenden, como ellos mismos dicen, "primero, cómo vender el arte".
Para hacer los programas del curso me dieron unos dibujos. Quisiera llamarlos textos, pero son de verdad, diagramas, rectángulos de bordes redondeados. Cada punto del semestre debe construirse según una gramática precisa: primero el sujeto, "El estudiante", siempre; luego un verbo transitivo en futuro "comprenderá, podrá, calculará, analisará" y finalmente un objeto que está predefinido en un gran rectángulo vertical (estos objetos nunca deben tener infinitivos): "textos, imágenes, conversaciones, bases de datos".

El brazo de fierro

Para llegar, hace falta una hora y media, hay que lindar un puente de cemento y varias auto-rutas. Todo esta rodeado de edificios lecorbusianos, parece un gran aeropuerto en abandono, como un hotel de un balneario antes, popular, y que hoy, con los low-cost, se mantiene con promociones. Había leido alguna vez que a comienzos de siglo Paris, estaba planificado hasta Normandía, recuerdo una imágen, una gran orgía futurista monumental de tubos e hidronaves.
Esta es una escuela estatal y es mejor. Para llegar hace falta una hora desde la estación de trenes, el RER D, que lleva a las zonas más deprimidas, ninguna ciudad en su cauce merece la pena del turista. El tren, pasa cada media hora, la escuela está en "El brazo de fierro", la estación es un tunel de azulejos rojos blancos y azules.,

La casa

Nos mudamos, hace casi un año. Desde el baño, si uno orina parado, se ve el pequeño campanario de la capilla del hospital Tenon. Aunque digan que Edith Piaff nació en la calle (una plaza a una cuadra parece sugerir esto, un clochard pone cada mañana canciones de Piaf, de Johnny Halliday), creo haber leído que fue en este hospital. La calefacción es gratis y los vecinos se quejan de los ruidos. Hemos acumulado ese pequeño y humillante museo de los que encuentran un espacio que quieren.
Por la ventana principal, sobre el claustro del hospital, público, adornado desde la bondad de la lejanía, de pinturas que en realidad deben ser anuncios sobre los peligros del tabaco o de la automedicación, he visto una vez un policía llevando a un prisionero que cojeaba. Otra tarde, un ex-combatiente de la guerra de Argelia, escapó con el suero a rastras en una vara de metal y nos pidió un cigarro. Unas horas después, un amigo lo encontró en la plaza, sangrando, con sus historias de Africa, sin ánimos de volver al hospital y con una ridícula galantería frente a la señora que intentaba pagarle un taxi. Esto ocurrió hace ya un tiempo.

He querido evitar escribir sobre la escritura, todo este tiempo, otra vez, entonces. El problema de las crónicas es su caracter telescópico y microsópico, esa incapacidad de inefar el relato. Esta estera, desde su ansia inicial, ha sido una carta cansada, un campo de urnas, un ejercicio fascinante de filatelia.


lunes, 17 de julio de 2017

Noticias de Verano

El departamento

Este Verano, al igual que el anterior, estoy destemplado y sin paga.
El departamento cerró, tan arbitrario como los horarios que no respeta, cómo para burlarse. Allí, mi compañero guarda celoso unas llaves pequeñísimas dentro de unos cajones en donde hay, en cada uno, otra para abrir el siguiente. Yo no conozco el sistema que organiza estos permisos, ni tengo acceso a un, ese pequeño llavero de cuero, como un portafolio en miniatura, de donde cuelgan varias llavecitas sobre ganchos dorados que abren las otras puertas, de los armarios que dan acceso a los expedientes y al papel higiénico.
El software es muy parecido, click click, salen las notas, cunde la bocina del Windows XP (he intentado convencer a mi compaeñro de desactivar los parlantes, pero algo lo entusiasma), la gente se hastía y todos nos miramos.
Yo les digo a los estudiantes de llenar formularios, invento información con lo que tengo, estamos cansados, mi colega me pide que desaloje el lugar y tomamos cafés infinitos y con gusto a hongos. A veces me dice que diga que está cerrado, pero que haga pasar. Luego, entre ojos erráticos y rabia, me dice que diga que estaba cerrado. Cuando cerramos la puerta comemos chocolates, algunos cajones guardan estos y otros dulces, o pequeños tenedores. Toda la universidad, los funcionarios, van a tomar ese café fúngico, en unos vasitos de plástico blanco, o a veces transparente, que son mejores. Aparecen de un cajón y después de otro, hay cajones para todo. Son de verdad muy pequeños, y siempre uno parece querer otro café, creo que en eso consiste gran parte del asunto.
No tengo horarios, y eso parece ir bastante bien con el lugar, no hay tampoco música, nunca.

La casa

Es blancuzca y el muro del patio amarillo, han hecho nido un montón de arañas, hace poco una me caminó por el brazo, luego un cienpiés, casi siempre está vacía. De a poco, las cosas para nombrar me desaparecen, se llenan de nombres propios y se sellan. No se debe nombrar a un animal que se come o se escribe.
La heladera perdió la luz hace tiempo, nuestro pequeño placer consiste en que vuelva ¡No habrá que cambiar la bombilla! ¡Son de esas chiquitas y alargadas que salen carísimas!
Bruxeo diurno, duermo mucho y boca abajo, dicen que hace mal por la posición del estómago en relación al esófago. He leído mucho sobre esófagos estos últimos meses.
En la esquina, orinan por lo general al mediodía, es un Impasse, supongo que la gente piensa que nadie va a venir, o que menos gente. Entonces orinan y se acumulan latas de cerveza en el contenedor de vidrios que esta lleno desde que llegamos, pero siempre esta igual de lleno, no más ni menos, cómo si los recolectores se encargaran de que quede siempre esa sensación ¡Pero nada de excesos! Hay silencios, me gustaría pintar las paredes con figuras arbóreas, el propietario no nos permite afiches ni hablar alto después de las diez. Limpio el piso seguido, todos los materiales de la casa se ensucian esté uno o no, hay una silla verde con posabrazos, encontramos todas las sillas en la calle (cerca de un complejo de viviendas camino al metro en donde un gordo pálido y calvo pide sistemáticamente un cigarro), menos las para comer, que parece que siempre se destartala pero no, me siento allí para leer desde ayer. Es emocionante, podríamos decir. Todo parece un gran baño, quizás por eso las ganas de limpiar.
La casa se llena seguido, se itera, la geometrizan azulejos grises, estos meses han sido algo así, como un quirófano preparándose.

La escuela

En la Escuela de Comercio todos son managers.Un vendedor, por ejemplo, es un "sales managers". De verdad.
Hay muchas reuniones, correos, doodles, todos están nerviosos porque no quieren perder el curro. Los managers que organizan los cursos, mis jefes, cambian cada semestre y sonríen .
Los alumnos me evalúan, al final de cada curso: tengo una aprobación de más del 80 porciento. Con menos del 60 me despiden, una máquina me mandó un mail felicitándome por "la gestión". El año que viene voy a trabajar allí, conozco un poco La Défense y sus centros comerciales, al mediodía nos compramos sánguches y una coca-cola y los vamos a comer a la escalera del Gran Arco. Me pidieron que diseñara los cursos de Licencia, yo inventé los cursos en base a otras Escuelas de Comercio, buscando en internet. Siento placer al pensar que esas escuelas hicieron lo mismo.
Los alumnos son: algunos muy ricos, usan remeras Lacoste (es tan lineal como así), otros trabajaron un tiempo para pagarse el curso (de meseros, de reponedores), tuve un alumno que se decía comunista, me explicó que quería cambiar el mundo a través de las finanzas, y una alumna que se había visto florecer en su pasantía como "project manager". Hubo un altercado, cerca del final de los cursos, se pelearon por un cargador de notebook que alguien había prestado y alguien más necesitaba, era grave.
Tuvimos discuciones sobre los vientres de alquiler, en Francia dicen "madres subrogadas", una chica me dijo que estaba mal porque así las mujeres que no querían trabajar ganaban dinero fácil. Pagan menos que en la pública pero más que de vigilante.

Macron

No ha habido grandes altercados. En la última manifestación, apenas media cuadra, o una. Cuando llegamos, tarde, habían roto un par de autos y la policía, extranúmerica, bloqueó el pasaje y no dejó terminar. La gente se fue yendo y no pasó nada, los sin papeles tocaron tambores en una clave africana similar al candombe, el tránsito volvió a circular. El 14 de Julio los buses llevaban banderas francesas, hubo fuegos artificiales pero no llegamos a verlos.
Pasan militares por los parques y las calles, en Saint Denis intermiten las sirenas, pero no más que en Paris. Los supermercados abren los feriados y los domingos en las zonas céntricas y no tanto, un compañero de la universidad "hace Uber", le alquilan el auto por 2000 euros al mes.

Entonces

Sueño con la rambla, furiosamente, habitan en mí ciertos parajes, una ciudad en verde y gris con un puente, de donde salto o salta alguien y en ambos casos nos veo caer. Una serie de islas florecidas, morros llenos como un seno, en donde de niño, pero siendo en el sueño yo mismo, circulan familias vacacionando. Leo poco y consumo menos carne procesada que el año anterior. Hace un año que no escribo.

martes, 22 de noviembre de 2016

Noviembre

La rentrée

Durante un Verano contrahecho la movilizacion se tomø vacaciones.
Después de una tímida marcha de la "rentrée de la grêve", consigna irónica pero bastante adecuada a los hechos, poco queda de una Nuit Debout que muere lentamente bajo un signo taxonomico: textos, charlas, puestas a punto. Ya se veía venir (en ese pretérito hipøcrita del hoy narrativo).

Seguimos en Meudon y los arboles vuelven a la monotonía de varios otonios. Tenemos vecinos nuevos, con dos hijos, cómo todos en Meudon, salvo los que aun lo son.

La prefectura me pidió que terminara mi mémoire, sino no; así que durante un mes estuve yendo al parque de la Isla Saint-Germain, Santo tan presente en la toponimia parisina como los mas laicos Jean Jaures, De Gaulle o Victor Hugo.
Asi escribí una monografía innoble, qué tan mal no me fue, y ahora luego de varias discuciones y apuros soy doctorante. Son tres años, pero probablemente me tome seis. Seis es el máximo.

La prefectura no cumplió y todavía están fabricando mi titre de sejour, cada tres meses renuevo mi papel por tres meses que me permite estar.

Los trabajos y los dias

Trabajo, trabajo bastante.
Entre ventanales y banios doy clase en una Escuela de Comercio, algo asi como la Universidad de la Empresa en Uruguay.
Es en La Defensa, en donde he visto que hay, desde el piso 8, un cementerio. La escuela tiene camaras y molinetes para entrar, cada uno tiene una tarjeta que corresponde a lo que es. Hay una escalera mecanica para salir a la Avenida. Los chicos son iguales a aquellos del BTS, los de la tecnica, de los que ya he hablado y a los que tambien les doy clase este anio. Estos otros, en cambio, tienen, algunos, remeras lacoste, y padres. Me dijeron que "a los espanioles no les gusta trabajar" y algunos me hablan de Mujica, con ese gesto de complicidad que me incomoda y al que ya estoy acostumbrado.
Tengo 5 alumnos particulares y les hablo de la Paella, de Borges o de Suarez segun el perfil.
Trabajo en Paris 8 de tutor, en una oficina, no hay nada para hacer y me invento movimientos, tomo café gratis y miro los ficheros como esperando decifrar un secreto.
Cada tanto cae una mujer, o una pareja con un hijo en brazos, para inscribirse. Una mano espectral pero aceitada arregla estas inscripciones. Aparte de eso, todo, los sellos, los ficheros, las engrapadoras o la cinta adhesiva estan bajo llaves, y solo el secretario tiene acceso. Yo de a poco voy recibiendo estas llaves, pero no aun la de los utiles.

El cielo es ocre y las cosas se repiten. Creo que nunca me ha costado tanto escribir.
Creo que he perdido el sentido epistolar que siempre, en algun lugar, ha sido, aqui, despues de tanto tiempo.  El Sena inundø la ruta que cabe por sus fauces hace varios meses, luego la devolvio.


Me robaron la tarjeta de credito en un Bar. Ya no encuentro placer en ver trenes, los ruidos graves suenan todos como pasos. No leo ficcion, compramos una maquina para hacer raclettes y una aspiradora y escucho mucho la radio, de manera obsesiva, hablen de lo que hablen. Veo videos de Trump y de Putin, varios por dia.

Hoy, he pensado en Huissman y en el hartazgo de los placeres, y en mi falta de hartazgo.

El 16 voy a Montevideo.